Editorial de Romina Andrioli – Boletín Actualidad CEGRU Nº7
El pasado lunes 26 de agosto tuve el gusto de moderar el Foro organizado por CEGRU que se denominó “Hacia políticas de estado ambientales: La gestión de residuos en Uruguay”.
Como periodista de temas más vinculados a la política, la economía y la sociedad, debo decir que el intercambio de opiniones sobre este tema me pareció un remanso en el debate más áspero de la campaña electoral.
Más allá de distintas visiones sobre, por ejemplo, el diseño institucional que debe tener la Dinama (actual Dirección Nacional de Medio Ambiente), encontré un panel técnico y político que compartía en gran medida las ideas de: dar mayor capacidad y jerarquía al Estado en los controles ambientales; desarrollar planes generales y efectivos de clasificación de residuos en los hogares; establecer políticas de cambio de hábitos y desestímulo de materiales contaminantes; acordar planes para combatir las cianobacterias y mejorar la calidad del agua.
También es cierto que desde lo que se propone en los programas de campaña, hasta lo que en la práctica se logra instrumentar, hay un largo trecho. Y habrá que ver luego qué pasa en la cancha.
Pero más allá de eso, el Foro como tal me generó mucho entusiasmo a la hora de poder pensar en sistemas alternativos de gestión de residuos que nos permitan ir cada vez más hacia una economía circular, donde todo se logra reciclar y reutilizar.
En momentos en que la campaña electoral nos hace plantearnos y discutir los principales “temas país”, sería bueno embanderarnos con la idea de poder pensar en convertirnos en una economía 100% circular, al estilo de lo que han hecho otros países como Finlandia, que se ha trazado esa meta para 2025.
Se puede argumentar que tenemos otras prioridades. Y es cierto. La ventaja en este caso es que el mundo parece ir hacia ese lado, y llegar en los primeros lugares siempre marca un diferencial. Pero sobre todo le veo varios aspectos positivos más: la conversión a la economía circular genera un montón de nuevos rubros y posibilidades económicas; podríamos construir hasta un sello país con esa distinción; y lograr entusiasmar a múltiples actores con una posibilidad que nos colocaría a la vanguardia, algo que desde hace tiempo no logramos. ¿Por qué no pensar entonces en que por acá, en los temas ambientales, quizás es más fácil acordar las tan mentadas políticas de estado y que éstas resulten ejemplarizantes para seguir por otros lados?